La escuela de zafiros nació hace casi diez años como respuesta a la necesidad de dar una salida educativa a los menores que trabajan en las minas de zafiros de Antsohamadiro.

Son pequeños, pesan menos y caben por cualquier galería. Tampoco protestan ni exigen, sólo obedecen. Sobre sus menudos hombros descansa parte de la responsabilidad familiar. Y de su economía. En Madagascar, un país donde dos millones de niños trabajan activamente – algunos desde los cinco años – la infancia es algo muy distinto a lo que concebimos desde la confortabilidad de nuestros hogares.

Subiendo por la R7, la clásica carrera que escala Madagascar desde Tuliara a las Tierras Altas, no hace muchos años se descubrieron las primeras minas de zafiros. Desde entonces, una suerte de fiebre de estas piedras preciosas ha tomado la zona al asalto. Las oficinas de compra emergen a ambos lados de la carretera, los pueblos, sin ninguna infraestructura nacen y mueren con las minas que los sustentan. Las galerías se cavan sin ningún tipo de seguridad, a toda prisa, sostenidas tan solo por la esperanza. Y el coste humano: familias enteras se desplazan de un lugar a otro movidas por el sueño de encontrar una piedra que, en el mejor de los casos, les permitirá subsistir durante tres meses.

«La propia comunidad fue la que vio la necesidad – nos cuenta en Tuliara José Luis Girao, el responsable de la Fundacion Agua de Coco (Bel Avenir), que lleva doce años en la isla – Fueron ellos quienes se dieron cuenta de que ese ritmo de vida condenaba a los niños al trabajo minero, a las enfermedades derivadas de él. En ocasiones a la muerte. Y fue entonces cuando decidimos buscar una alternativa…”

Los pequeños jugando en las instalaciones de la escuela.

Ls escuela de zafiros se alza en el margen izquierdo de la carretera. Su directora nos la muestra con aire complacido. Han empezado las obras del pozo que la abastecerá de agua a partir del próximo curso escolar, evitando el paseo al manantial para llenar las preciadas garrafas que mujeres y niños cargan sobre sus cabezas. Hacemos ese mismo paseo, acarreando agua para ser conscientes de lo que supone y visitamos las pulcras instalaciones de la escuela. Lleva en pie desde 2008 y sueña con llegar a los 400 niños y niñas escolarizados en la zona de Antsohamadiro. Cuenta con una escuela de primaria en la que se les garantiza a los niños la comida del mediodía, con un importante suplemento alimentario, la moringa. Para muchos de ellos esto supone la única comida que hacen al día. Y para sus familias, asegurar una comida diaria para sus hijos supone un importante incentivo a la hora de mandarles a la escuela en lugar de a las minas.

La escuela cuenta también con un internado con capacidad para 30 niñas de 8 a 14 años, pensado para las pequeñas que viven muy lejos de la escuela. Allí estudian, duermen y disfrutan de tres comidas al día. Son ellas mismas las que realizan las actividades domésticas y las labores de la cocina, con la ayuda de una monitora.

La Fundación Agua de Coco lleva desarrollando actividades desde el año 2005 en Madagascar con el objetivo de eliminar la explotación infantil, facilitar el acceso a la educación a niños y niñas, y luchar contra las desigualdades sociales que afectan a la mujer. Tras conocer el proyecto de la Escuela de Zafiros en 2011, Focus On Women decidió incorporarlo a sus viajes para dotarlo de visibilidad, y apoyarlo, junto a otros proyectos de género e infancia, con el 7% de sus beneficios anuales. Puedes visitarlo en nuestros viajes a Madagascar.